Para evitar falsas esperanzas, es preferible mostrar desde el principio, cuáles son las condiciones del lugar que cada uno ocupa dentro del proyecto. Es decir, dejar muy claro si se trata de una simple amistad, una amistad con derecho a roce o una amistad compartida por objetivos comunes sin que les vincule sentimiento alguno.
Puede suceder que de forma inconsciente, uno de los dos pueda mostrar un interés oculto por una persona sin que exista la intención de querer corresponderla y a la inversa, que la otra parte pueda hacerse ilusiones sin que la primera de pie a ello. Que una relación sea no correspondida entra dentro de lo posible y lo humano, y no por ello debemos despreciar a quien lo intenta o a quien lo niega.
Ni por amor propio, ni por muy intensos que le puedan parecer los sentimientos que le despierte el otro deberá tomar como referencia una «perseverancia mal entendida» hasta el punto de llegar al límite de que «quien la sigue la consigue». Es básico prestarle atención, tanto al yo interior como al exterior, y verificar así, que la realidad es bien distinta al deseo que prioriza la exclusividad de un acercamiento.
Es más, no se trata de encaramarse de un salto al otro extremo de la balanza y transformar el sentimiento de malestar que despierta el desinterés de la otra persona en un ataque de ira y despecho, sino aceptar que si ha sucedido así, tendrá que ver con una distorsión en la percepción de los acontecimientos que las dos partes mantienen por un interés concreto.