Siete días llevaban a las puertas algunas de sus incondicionales y más de ocho meses con la entrada comprada. Venían a disfrutar y a dejarse la garganta y eso hicieron. En el día de San Juan, David Bisbal se encumbró en una de las plazas más importantes. Lleno hasta la bandera el Palacio de los Deportes, que él mismo completó con su música y derroche de energía, como un desafío a la impresionante tormenta que se desató mientras tanto en el cielo de Madrid. Porque el Bisbal que se presentó anoche era un artista pleno y maduro, que domina los matices de su voz tanto en las inflexiones más flamencas como en los sonidos más potentes.
Diego Martín hizo los honores de ir calentando el ambiente. El murciano se creció en el Palacio y presentó su Melicia con una apuesta muy valiente y un sonido potente. Salió seguro y con ambición, se hizo con el respetable y convenció.
El directo de David Bisbal no decayó en ningún momento. En las casi dos horas desgranó más de 23 temas, coreados sin descanso por todos y cada uno de los asistentes. Arrancó de forma enérgica con “Sin mirar atrás” y “Esclavo de tus besos”. Y a partir de ahí prosiguió con algunas de las canciones que componen este último trabajo transcurriendo así la primera media hora. Parecía que llegaba el momento de las baladas para que David se relajara, sin embargo el almeriense se empleó a fondo en las lentas y enlazó con un “¡Vamos Madrid!” y “Oye el boom”, dando paso al momento con más brío, la parte latina del espectáculo compilando fragmentos de sus mejores canciones de este género y aderezado con sus movimientos de cadera. En unos segundos, y sin apenas darnos cuenta, aparecía sobre el escenario un Bisbal vestido con camisa blanca y americana para regalar a los presentes uno de sus tesoros, “Mi princesa”. Una canción con un gran significado, además era la primera vez que la cantaba en Madrid desde que ha sido. Esta parte se suma a los instantes más emotivos de la noche. Pero la imagen para el recuerdo de este concierto será la entrada triunfal de uno de los artistas más geniales e internacionales que tenemos, Raphael, y verles en el mano a mano con “Escándalo”. Dos generaciones, dos estilos, integrados y bien avenidos. Sencillamente sensacional.
A partir de ahí, Bisbal emprendió una frenética carrera con “Aquí y ahora”, “Sufrirás”, “Ave María” y “Bulería”. Para el final tenía aún reservadas varias sorpresas. Se enfundó en la camiseta de la Selección Española e interpretó “Wavin’ Flag” con estallido de confetis, una verdadera fiesta para mandar la mejor energía a “La Roja”. La apoteosis final llegó con “Silencio”, aunque como el público no quería marcharse a casa, el almeriense generoso se sacó de la manga nuevamente su “Esclavo de sus besos”. No sabemos si lo que desprende es energía o pura magia. Si consigue encandilar al público por magnetismo o derroche de arte. Bisbal se siente pleno, se muestra cómodo en el camino que está emprendiendo con su música, en el que integra su pasado sin problemas. Y como guinda, sus seguidores lo aceptan y reconocen. Es para sentir euforia y tal y como es David, para derrocharla. Tal y como hizo.
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